Edward Pinilla
Afirma un dicho chino que “el
tiempo es el mejor de todos los maestros. Pero, desafortunadamente termina
matando a todos sus alumnos”
Para emprender un camino de éxito
a nivel empresarial, aplicando la inteligencia emocional para mejorar y
evolucionar, tenemos dos opciones. La primera es inventar el futuro a través de
la propia experiencia y la segunda es modelar los pasos que otros han seguido
para alcanzar sus objetivos. La elección de cualquiera de estos dos procedimientos
se mide en condiciones de tiempo.
Según Peter Salovey y John Mayer,
quienes hablaron por primera vez del término inteligencia emocional, ésta se define
como: "la capacidad de controlar y regular las emociones de uno mismo para
resolver los problemas de manera pacífica, obteniendo un bienestar para sí
mismo y para los demás".
Esta inteligencia tiene dos
competencias, una intrapersonal y la otra interpersonal. La primera se
relaciona con la capacidad de conocerse a sí mismo para identificar los estados
de ánimo, la frecuencia de sus ocurrencias, (en el caso de quienes padecen de
ataques constantes de ira, preocupación, estrés, ansiedad o depresión), la
regulación de estos estados y el autocontrol. La segunda competencia, tiene que
ver con la capacidad de entender las emociones ajenas, por qué alguien actúa de
cierta y determinada manera, dentro de esta competencia encontramos la empatía.
Las emociones, son reacciones que
se manifiestan en estados de ánimo que provocan cambios orgánicos y que son
influenciados por las experiencias que generan estímulos externos. Estas
emociones diferentes a los sentimientos, pasan rápido, su efecto es pasajero.
Mientras que los sentimientos perduran, el dolor por la muerte de un ser
querido puede durar varios días o semanas.
La empatía se construye sobre la
base de uno mismo. En el momento en que comprendemos nuestras emociones y por
qué se producen, podemos comprender la reacción de otras personas. Esta es una
característica que debe prevalecer en las relaciones empresariales.
En los momentos actuales, en los
que vivimos la era de la “información”, que trae consigo unas condiciones
especiales, muy distintas a la anterior era industrial, el empresario furioso o
agresivo, representa el ayer, el pasado; mientras que el empresario hábil en el
manejo de relaciones interpersonales, representa el futuro de los negocios.
La base unas buenas relaciones
interpersonales y de la organización en la empresa, es la “retroalimentación”. Esto
se entiende como el intercambio permanente de información entre las partes para
saber en qué estado se encuentran los procesos, si todo está bien o requiere
ajustes.
Sin retroalimentación las
relaciones dentro de la empresa marchan a la deriva, sin dirección, se
manifiestan como un juego al azar.
El desarrollo de habilidades
emocionales en el interior de la empresa, trae beneficios en la productividad. Pues,
está comprobado que cuando existe estática emocional en las personas, esto es
cuando alguien no puede superar momentos de ira, crítica, rivalidad y otros,
disminuye su capacidad productiva y no puede ofrecer lo mejor que tiene.
Mientras que cuando existe sintonización entre las personas, la capacidad para
resolver desacuerdos aumenta.
La efectividad y productividad,
son conceptos que también dependen de como los empresarios y directivos traten
los problemas de sus empleados.
Existe un concepto moderno,
implementado por Peter Drucker, para referirse a los nuevos trabajadores,
dentro de esta nueva era de la información. El autor lo define como “TRABAJADORES
DEL CONOCIMIENTO”. Esto se refiere a personas cuya productividad se
caracteriza por añadirle valor a la información, son personas proactivas que
siempre están agregándole valor a sus trabajos.
Estos trabajadores modernos saben
trabajar en equipo, de hecho su pericia y destrezas son altamente especializadas
y su productividad depende de los esfuerzos coordinados con otras partes del
equipo. Aquí, la unidad de trabajo impera más que el individuo.
Dentro de este nuevo modelo, la
inteligencia emocional es necesaria para lograr armonía en las relaciones, controlar
impulsos que conllevan a roces y malentendidos, y lograr mejoras en la
productividad y efectividad organizacional.
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