Edward Pinilla
Cuenta una historia
que en cierta oportunidad hubo una reunión de demonios para definir que hacer
con el secreto de la felicidad que poseían en sus manos… Uno de ellos propuso
que fuera escondida en el sol, a lo que los demás estuvieron de acuerdo…Sin
embargo otro se opuso advirtiendo que el
ser humano, no sabía definir lo que era imposible…
Otro planteó que se
escondiera en las estrellas…Quien había contrapuesto
antes, volvió a reiterar, que si el ser humano se enteraba que estaba allí,
llegaría… Después de varias horas, uno de los demonios, sugirió que la
escondieran en el último lugar donde el ser humano buscaría: “en el fondo de su corazón”…
En estos tiempos
modernos, la humanidad anda confundida buscando su misión personal, que aun para muchos es
difícil de identificar. Me sucede a diario en mis conferencias sobre “gerencia
del ser”, cuando hago está pregunta a jóvenes y adultos, se quedan mudos, sin
nada que decir ante tamaño interrogante.
Es tal la carencia
de conocimiento propio, que muchos confunden espiritualidad con religiosidad.
O, peor aun, se rinden a encontrar su verdad, que terminan siguiendo la de
otros, ignorando que las respuestas a todo lo que buscan, reposan en su
interior.
Cuando la persona ignora su propio yo, o cuando rinde culto a
las ideas de otro, llega un momento en la vida en que cae en un vacío
existencial que concluye en crisis, que a su vez tiene repercusiones somáticas
en enfermedades físicas, y hasta psicológicas y espirituales, las cuales le costará esfuerzo superar.
Otros, hallarán excusas en ficciones como la santería o brujería, y otras más
que manifiestan su ignorancia y su baja autoestima.
El ser humano, la
única especie de mamíferos dotada con cerebro triuno (Reptiliano, sistema
límbico y neocortex), contiene en su interior todas las herramientas para
vencer cualquier dificultad, para responder a cualquier necesidad, para
establecer los límites que quiera, y para tomar sus propias decisiones. Sin
embargo, cuando a la vida humana, le ponemos límites o establecemos excusas
para no desarrollar alguna meta, estamos justificando nuestra mediocridad.
Mariana Caplan, al
hablar de inteligencia espiritual, en su publicación sobre “el cultivo del
discernimiento en el camino”, advierte de varias enfermedades espirituales, que
vale la pena tener en cuenta para evitar caer en ellas.
La primera, es la
llamada “espiritualidad de comida rápida”. Se le denomina así, por
cuanto hay personas que viven una vida acelerada, buscando resultados
inmediatos que en este camino solo se obtienen a través de la disciplina.
Cuando se quiere respuestas inmediatas se prolonga el sufrimiento.
La segunda es “la
espiritualidad de imitación”. Llamada así, por la actitud de muchas
personas de parecerse a. en consecuencia se visten y hasta hablan como otros,
fantaseando que son espirituales. Otra enfermedad, es “las motivaciones confusas”. Se
basa en la creencia que la espiritualidad genera estímulos para ser amados,
seguidos, elegidos, sobresalientes y mejores que otros.
Otra más, puede ser
“el
identificarse con experiencias espirituales”. Es estos casos, es cuando
el ego nos engaña creyéndonos pasar como iluminados, maestros o guías
espirituales, a los que debe rendírseles culto por cuanto son superiores a los
demás. Otra, es “el ego espiritualizado”. Cuando le ocurre esto a alguien, se
vuelve invulnerable ante cualquier crítica, actúa seguido por la arrogancia y
la prepotencia, al punto de querer imponer sus ideales a los demás. Su
comunicación es agresiva. Carecen de humildad.
Una enfermedad más,
es, “el
ego espiritual”. Parecida a la anterior, por que la persona en este
camino se cree con ventajas sobre otros, se siente superior, por cuanto se
autoproclama que ha sido elegido por un don divino para iluminar.
Otra, altamente
peligrosa y nefasta en las relaciones interpersonales, es, “la mente de grupo”. Se
da cuando establecemos diferencias, por tanto si tu estas en otro lado,
eres inferior a mí, yo hago parte del mejor bando, en este grupo
si está la verdad. Esta actitud, manifiesta que somos perfeccionistas –
eficientes.
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