27/1/15

RESENTIMIENTO. SUFRIMIENTO INNECESARIO



Edward Pinilla


¿Es usted una de aquellas personas que insisten en guardar rencor por algo que sucedió hace varios años o días, que lo mortifican y no le permiten ser feliz? ¿Le es difícil, separarse de ese sentimiento que a su modo de entender le resulta placentero?


Sí, es así, permítame decirle que usted, está saboteando su futuro y poniendo en riesgo su propio bienestar. Sin quererlo muchas veces los seres humanos actuamos así considerando que con ello, nos hacemos un bien y de paso nos cobramos ese daño que otro nos hizo.


La conducta humana es el resultado de una historia aprendida. Es decir, tus acciones son determinadas por los paradigmas y creencias transmitidas por otras personas. El odio y rencor, son regalos que alguien te dio, que tú los aceptaste, pues fue lo primero que adquiriste por tus sentidos, sin quererlo cuando eras chico viste a papá o mamá que reaccionaban  de esta manera ante un deseo insatisfecho, y esa es ahora tu manera de  interpretar la realidad. 


En todas las relaciones humanas, esperamos que  nuestro interlocutor se comporte de cierta manera determinada, a eso lo llamamos expectativa. Es algo así como si viviésemos la vida por anticipado, esperando algo más de los demás. Los “resentimientos” se originan por expectativas frustradas. Cuando usted esperaba que la otra persona se comportara de tal forma ante una situación inesperada, y resultó ser lo contrario, aparecen sentimientos como dolor, rabia, frustración, ira y rencor. Es en ese momento cuando empieza a formarse el resentimiento. El amor que se sentía por el otro, da un giro, transformándose la realidad por completo.


Cuando aparece el resentimiento, muchos creen que al hacerlo, con eso logran cobrarse eso que les hicieron. Otros persisten en odiar tanto, que se les oye decir, ”a pesar de estar muerto, no lo he podido perdonar”. Reconózcalo o no, esa antipatía es una victoria engañosa. Peor aún, cuando alguien desea el mal para otro, este efecto funciona como un boomerang, devolviéndose hacía sí mismo. Toda energía que se emita, regresa  multiplicada diez veces más. 


El resentimiento, es contrario al amor. El corazón humano, no está en capacidad de albergar dos emociones contrarias. Usted no puede sentir amor y odio al mismo tiempo, si así fuera se crearía una especie de corto circuito en su mente, generando confusión y caos. Sólo podemos albergar en el interior una de estas dos emociones. 


Si le causa dificultad perdonar, analice en primera instancia su pasado. Algo en la línea imaginaria del tiempo interrumpió su desarrollo, entorpeciendo su evolución. Recuerde vinimos a este mundo a evolucionar, es decir a mejorar, a crecer en todos los niveles (espiritual, emocional, físico y mental), si esto no sucede, estamos involucionando.


La vida humana funciona como un espejo, si te ofende algo de los demás, es porque  viste tu propia imagen reflejada en otro. La ausencia de perdón, es asimilada por la mente con algún acontecimiento del ayer. El cerebro funciona básicamente mediante la asociación,  permanentemente  sin quererlo muchas veces, asociamos situaciones, esa operación funciona a menudo de manera automática en nuestra mente inconsciente. Como lo es, caminar, montar bicicleta, respirar,  ver, manejar vehículo, o cualquier otra actividad motora, ya existe en la mente un programa asignado para esa función y simplemente ella  lo reproduce automáticamente cuando lo necesita   aplicar. 


La ira y rencor, también son programas mentales que funcionan de manera automática. Analice bien y se dará cuenta que esta función trabaja igual para cualquier ser humano. Si él o ella, trasgreden tu sistema de valores y frustran tus expectativas, inmediatamente las neuronas en las que está almacenado ese programa mental, emiten las órdenes adecuadas al sistema nervioso para reaccionar como se considera que debe ser.


Es decir, sin quererlo, somos esclavos de nosotros mismos. Saboteamos nuestra felicidad y éxito permanentemente. Somos ciegos para ver que dentro de nosotros se libra una batalla por el control absoluto de las emociones y pensamientos.


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RELACIONES HUMANAS EFICACES





Por: Edward Pinilla
Lao Tse, escribió “El que sabe mucho de los demás es un entendido, pero más sabio es el que se conoce a sí mismo. El que domina a los demás es poderoso, pero el que se domina a sí mismo es más fuerte todavía”.

La clave para tener unas relaciones humanas exitosas, reside en el conocimiento personal. Cuando esto escasea nos pasamos la vida buscando culpables por algo que salió mal. Aprenda a identificar sus debilidades para transformarlas en fortalezas, y de esta manera hacer parte de la solución y no del problema como suelen hacer muchos que esperan que de afuera o arriba lleguen las respuestas a sus conflictos personales.

En reiteradas ocasiones creemos equivocadamente que unas excelentes relaciones humanas, se dan en un ambiente en el que no hay diferencias entre las personas y en el que todo marcha perfectamente. Esta situación puede ser engañosa. Las mejores relaciones humanas se dan en ambientes en los que a pesar de las diferencias de cualquier orden, hay esfuerzo entre las personas por lograr respeto, comprensión e interés por el bien común.

Si las relaciones interpersonales dentro de una organización, hogar o familia, están fallando y nota usted que el clima es opaco. Lo primero que debe diagnosticar es la comunicación establecida entre las partes. Por regla general existen tres estilos de comunicación, agresivo, pasivo y asertivo. Evalúese usted mismo dentro del ambiente en el que se encuentra, a lo mejor descubrirá que de su parte surgen la mayoría de variables que tiene obstruidas sus relaciones humanas.

Para lograr éxito en las relaciones interpersonales y convertirse en un excelente relacionista público, tenga en cuenta algunas sugerencias que le ayudarán a mejorar cada día.

Cuando empiece una conversación o hable con alguien, trate siempre de iniciar en positivo, arránquele a su interlocutor unos tres “sí”, para que el diálogo se haga más eficaz, evite iniciar con un “no”, pues después le será difícil girar el ritmo de la plática.

Seguidamente trabaje en función de la naturaleza humana, ésta revela que las personas nos interesamos más en nosotras mismas que en los demás, lo que significa que a usted le interesan más sus temas que los argumentos de otros. Por esta razón, elimine de su vocabulario de una vez y para siempre las palabras “yo, me, mi, mío” dentro de una charla, reemplácelas por “usted”. Los cambios que obtendrá serán notorios y satisfactorios,  empezará a trabajar en función de los demás.

Jamás olvide sonreír, cada vez que tenga la oportunidad de hablar con alguien más. Se necesita la acción de 25 músculos de la cara para fruncir el ceño y de 15 sólo para sonreír. Como ve hay más esfuerzo físico en mostrar disgusto.

¿Cuál es la melodía más agradable para sus oídos?... Su nombre. Esto también opera para los demás. Cuando intercambie relación con otra persona, siempre use su nombre para llamarla, esto será entendido como  gestos de cortesía y de interés de su parte.

Haga sentir a los demás importantes, halague y destaque  cualidades y valores. Nadie quiere que se le trate como a un desconocido. 

Escuche  atentamente cuando hable con cualquiera. Estudios han demostrado que las personas empleamos durante el transcurso de la vida, el tiempo así: el 10% escribiendo, el 15% leyendo, el 30% hablando y un 45% escuchando. Pero jamás recibimos en la escuela o educación media, una clase de escucha activa. Escuche atentamente para mostrar interés.

Tenga consideración de los  sentimientos ajenos, a esto se le llama empatía. Póngase en los zapatos del otro antes de emitir un juicio o lanzar una crítica. En toda controversia existen tres verdades, la suya, la del otro y la verdad en sí.

Finalmente, tenga en cuenta que en toda comunicación interpersonal que busca el manejo de conflictos, entran en juego tres elementos. La empatía, la aceptación y la congruencia. Estos es, entender a los demás, tolerarlos y ser autentico al hablar.

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LA NECESIDAD DE HABLAR EN PÚBLICO




Por: Edward Pinilla
Kahlil Gibran, escritor y poeta libanés,  escribió alguna vez “el químico capaz de extraer de su corazón los elementos compasión, respeto, deseo, paciencia, arrepentimiento, sorpresa y perdón, y de combinarlos en uno, habrá creado ese átomo llamado AMOR”.

Todos  en algún momento de la vida, estamos obligados a hablar en público. En una reunión familiar, en el colegio, la universidad, una reunión de amigos, en cualquier circunstancia, hablar en público es una necesidad.

Para muchos, el pánico escénico es un enemigo que  les impide alcanzar sus metas, cuando tienen que exponer su negocio o declarar su amor a esa persona que les atrae, se quedan paralizados y prefieren dar media vuelta,  frustrando de esta manera la oportunidad de hacer nuevas relaciones de negocios, sentimentales, amistad o laborales.

Estudios recientes, demuestran que el temor a hablar en público está por encima del miedo a la muerte o a contraer enfermedades. ¿Cuántas oportunidades ha desperdiciado usted en la vida por darle fuerza a esa amenaza que lo controla y no le deja ser feliz?

Esta emoción tan poderosa que contrae el sistema nervioso, causando parálisis, como si se tratará de un veneno suministrado por una peligrosa serpiente, es un regalo que alguien cercano a usted en su infancia le heredó, o de un padre neurótico que lo censuró y no le permitió ser libre.

La mejor forma de vencer este miedo es a través de la terapia de la confrontación. Enfréntelo cara a cara aprovechando toda oportunidad que se le presente para hablar públicamente. Hágalo en la iglesia a la que pertenece participando en las reuniones, saliendo al frente a exponer sobre cualquier tema, en la academia interviniendo cada vez que pueda, con sus amigos liderando reuniones o en cualquier organización a la que pertenezca.

En varios de los talleres que organizo, me encuentro con casos muy puntuales en los que algunos de mis alumnos, cada vez que deben salir a hablar públicamente, les empieza a sudar las manos, les tiembla la voz, las piernas, se quedan estáticos  y son incapaces de mirar a sus  compañeros. Al analizar sus historias personales, hemos encontrado un común denominador, todos fueron víctimas de un padre o adulto, que los golpeaba o gritaba cada vez que ellos querían opinar.

Analizados y comprendidos estos factores, y luego de la adquisición de las técnicas necesarias para desempeñarse bien públicamente, dejan su miedo  atrás y comienzan a darse una nueva oportunidad para mejorar y cambiar sus vidas.

Cada vez que interactuamos con una o varias personas, lo primero que  debe lograrse es el “feeling” o atracción, o sentimiento, permitiendo con ello el desarrollo de una conversación o disertación agradable y armoniosa. Tenga en cuenta una regla de oro en las relaciones interpersonales, sólo contamos con cinco segundos para causar una buena impresión en los demás. No desperdicie esta oportunidad, porque no volverá a tener otra para producir una buena imagen de sí mismo.

Toda persona que maneja grupos, deberá entender que cada vez que se dirija a ellos, tiene que interesar a sus integrantes, y para hacerlo la mejor fórmula es hacerlo desde el corazón. Cuando así se hace, se dirige también al corazón de quienes le escuchan. Ésta es una de las claves para lograr persuasión entre los receptores. Cada vez que le  hable a alguien, ponga el corazón en lo que dice y logrará su total atención. Quien no lo hace se convierte en un expositor  aburrido y desagradable.

El elemento más importante en toda comunicación es el entusiasmo, éste representa el 80% de la dinámica de una conversación. Enrique Castellanos, del Instituto Dale Carnegie, advierte que el fracaso en una conferencia o charla se presenta, cuando la actitud del orador falla,  ya sea por inseguridad, falta de empatía o poco entusiasmo.

Cada vez que se habla, se transmiten emociones, elija del santuario de su corazón las mejores para hablarle a los demás.

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