Edward Pinilla
“Un hombre encontró un día a su vecino (un
anciano de 80 años) abriendo hoyos en la tierra…
…¿Qué estás
haciendo?... Le preguntó
…¡Plantando árboles
de mango!... Replicó el anciano.
…¿Esperas comer
mangos de esos árboles?... Dijo burlándose, el vecino.
…No. A mi edad, sé
que no lo haré. Afirmó el abuelo.
--- Aun así, explicó:
toda mi vida he comido mangos, y no de un árbol que yo haya plantado…No hubiera
tenido yo esos mangos, si otros hombres no hubieran hecho lo que yo estoy
haciendo ahora. Solo trato de pagar a mis semejantes que plantaron los arboles
de mango para mí.
No estás solo en este
mundo. Existen y existirán otras generaciones
que nunca conoceremos. Nuestros actos, deseos y pensamientos, afectarán o
beneficiarán a seres que aún no han nacido. Por eso todo lo que hagamos en la
vida, es necesario emprenderlo con alegría, entusiasmo y ante todo mucho amor…
La belleza
interior surge como resultado de la búsqueda constante a la pregunta de ¿quién
soy yo? Es en virtud del conocimiento de sí mismo, que empieza a florecer el
mundo mágico del interior. Todo lo que sucede a nuestro alrededor, es producto
de la interpretación del mundo interior. Allí, debidamente almacenadas, las
creencias dan al ser humano una visión de su realidad. Para empezar a observar
la belleza que fluye del interior, es necesario comenzar por definir los
paradigmas que gobiernan la mente, de lo contrario, mi realidad estará sujeta a
una interpretación egoísta de lo que yo creo suponer es.
Dios hizo al
ser humano perfecto, dotado con herramientas y talentos para que fuera grande,
exitoso, sano y especial. Para describir
esta realidad, solo basta observar a los niños. Para ellos, nada es imposible,
solo empiezan a limitarse cuando algún adulto le transfiere sus creencias
limitantes y bloquea sus deseos de soñar.
La misma
situación, la podemos apreciar en los escarabajos. La ciencia lleva 100 años
estudiando a estos insectos sin encontrar una respuesta acertada del porqué
pueden volar a pesar de su condición física que les hace imposible levantar el
vuelo. Sin embargo, los científicos han llegado a una conclusión sobre el coleóptero. Ellos vuelan, porque en realidad desconocen que no pueden volar. Si
lo supieran, no volarían.
Algo
parecido acontece con nosotros los seres humanos, aparentemente, la especie
viva más desarrollada en la naturaleza, la única dotada con capacidad de
pensamiento, la única con la capacidad de tomar sus propias decisiones, y la
única especie de mamíferos provista de libre albedrío.
Hasta la
edad de cuatro o cinco años, todo niño tiene en su ADN original la información
y programación, necesarias para triunfar, ser feliz, sano, y la capacidad de
hacer imposibles. Es cuando, pasados estos primeros años, empieza a adoptar la posición de su hábitat,
que incluye padres, familiares, sociedad y cultura en general. Estudios han
determinado que a la edad de 8 años, un niño ha escuchado 148 mil veces la
palabra “NO”, con lo cual queda
programado para hacer que todo a su alrededor parezca imposible.
De esta
manera y sin que lo notemos muchas veces, estamos programando en nuestros hijos
los mismos patrones de conducta con los que nosotros fuimos criados. Delimitando la posibilidad de maravillarse de
sus propias creaciones y deleitándose de las bellezas que residen en su
interior.
Dentro de
cada uno de nosotros existe un genio, que espera el tiempo necesario para
despertar y mostrar al mundo el manantial de riquezas que yacen en el fondo del
ser. Si quieres hallar a Dios, es necesario primero identificar quien eres tú
en realidad.
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