Edward Pinilla
Hace algunos días tuve
la maravillosa oportunidad de conocer en persona a uno de los ángeles de Dios
que aún están presentes. Se trata de la hermana, María de Jesús Flórez,
santandereana de 85 años de edad, 66 de los cuales dedicados a su oficio de
religiosa.
En 1996, a sus 78
años, le detectaron un cáncer. Los médicos le anunciaron que era un regalo de
Dios. Ella se limitó a decir “que regalo
tan mal envuelto” y luego aceptó con humildad la mortal enfermedad que en
tres años fue eliminada por completo de su cuerpo. La cura, dijo la hermana,
estuvo en el amor a Dios.
Cito y honro la vida
de la hermana María como ejemplo para referirme al aliento que permanentemente
estamos exhalando los seres humanos. El aliento del alma, que son las palabras,
habladas y escritas, que reflejan la existencia del corazón. ¿Quieres saber si
sufres de alguna enfermedad o eres
propenso a sufrir algún día de ellas? Sencillamente, observa tu lenguaje, esa
es la mejor medición que podemos hacer de nuestro interior.
Ese es tal vez el caso
de lo que está ocurriendo con la
presidenta de la Corte Suprema de Justicia, la socorrana Ruth Marina Díaz Rueda, contra quien toda la prensa y todo aquel que
tenga la oportunidad de decir algo en cualquier medio de difusión masiva, expresa
su sentir, o simplemente se suma a los
comentarios para aportar de lo que tiene en su repertorio. ¿Objetivo, sincero,
cierto? Eso sólo podrá responderlo todo aquel que haya escrito o pronunciado
alguna palabra en contra.
500 años antes de
Cristo, el maestro Sócrates decía a sus
discípulos cuando acudían a su presencia para comentarle algo, que lo
sometieran a las tres cercas. Lo primero que les anunciaba era que si lo que le
venían a contar era verdad, lo segundo era que si eso era bueno y lo tercero,
era que si ese comentario era necesario decirlo. Si no pasaba los tres filtros,
sencillamente les advertía que lo sepultaran en el olvido y que no le
interesaba escucharlo.
Quienes así lo han
escrito o hablado, deberían imitar la actitud del maestro Sócrates y tratar de
discernir sobre la verdad de la vida de esta persona, que de acuerdo a quienes
la conocen ha escalado posiciones a pulso, valiéndose de esfuerzo y vigor. Más
bien, esta historia podría ser considerada en los libros de desarrollo
personal, para decirle a las personas que necesitan ejemplos de vida, cómo ella,
fue capaz de sobreponerse a los avatares de la vida y romper paradigmas,
creyendo en sí misma y emergiendo como las águilas, alto bien alto.
Conocí la historia de
la distinguida magistrada, por versión de su mejor amiga y excompañera de la
Universidad Santo Tomás de Aquino. María Smith Pérez, claustro en el cual ambas
se graduaron como abogadas.
Existen dos reglas
máximas en la ética universal, que de ser aplicadas, las relaciones
interpersonales serían un éxito para cualquiera. La primera es: no hagas a los demás lo que no quisiera que
te hicieran a ti, y la segunda es: haga
a los demás lo que quisiera que te hicieran a ti. Sin embargo, en la
práctica es contrario lo que está sucediendo en nuestro país.
Esta sociedad en la
que actualmente vivimos, parece ensañada en tratar de ridiculizar a los demás,
sin importar el respeto o los valores ajenos. Sólo existe un interés personal y
por alcanzarlo no importa hacer el mal al otro. Parecemos buitres
alimentándonos de la carne de otros.
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